miércoles, 7 de enero de 2015

Granjeros compiten al emplear tecnología

Fuente: THE NEW YORK TIMES INTERNATIONAL WEEKLY
POR QUENTIN HARDY
LEESBURG, Indiana — Kip Tom, un agricultor de séptima generación, cosecha los productos básicos de la agricultura moderna: maíz, soya y datos. “Soy adicto a una droga de información y productividad”, afirmó, sentado en una oficina llena de monitores de computadora y un pizarrón blanco cubierto de planos para la red computacional de su granja.

Tom, de 59 años, es tanto director tecnológico como un agricultor. Donde su tatarabuelo enganchaba una mula, “nosotros tenemos sensores en la má- quina cosechadora, datos de GPS satelital, módems celulares en tractores que se conducen solos y apps de riego en iPhones”, explicó.

El fin de la pequeña granja familiar se ha visto venir desde hace mucho. Pero para agricultores como Tom, la tecnología ofrece un sustento y una forma de sortear los ciclos de altibajos del ganarse la vida con la tierra. También ayuda a que algunos de ellos compitan con enormes agronegocios. La granja de Tom está en expansión, de 280 hectáreas en los años 1970, a 8 mil 100 en la actualidad. Pero están desapareciendo algunas granjas de sus vecinos. Tecnología tan costosa está fuera del alcance de los agricultores más pequeños. Los fabricantes de equipos han cubierto sus sembradoras, tractores y cosechadoras con sensores, computadoras y equipos de comunicación. Una máquina equipada para cosechar unos cuantos cultivos quizá costaba US$65 mil en el 2000; ahora alcanza hasta US$500 mil debido a la agregada tecnología de la información.

“Hemos visto gran repunte en la productividad de las granjas más grandes”, apuntó David Schimmelpfennig, economista del Departamento de Agricultura de EE. UU. “No es que las granjas más pequeñas sean menos productivas, sino que las grandes pueden costear esas inversiones tecnológicas”. Existe otro riesgo: el incentivo de enfocarse en monocultivos para maximizar la eficacia de la tecnología al producirlos a la mayor escala posible. La tecnología alienta a los agricultores a optar por cultivos fáciles de producir y vender que son más fácilmente medibles por instrumentos.

En una granja familiar grande en Texas, Brian Braswell utiliza tractores con conexión satelital para labrar campos con una precisión de 2.5 centímetros entre los surcos. Estas tierras fueron sometidas a pruebas con cargas eléctricas, y luego mapeadas para que el fertilizante fuera aplicado en dosis exactas desde máquinas controladas por computadora.

Brent Schipper toma lecturas de datos de su máquina cosechadora cada tres segundos en su granja de 2 mil 400 hectáreas cerca de Conrad, Iowa. En la temporada de tormentas, revisa la app del clima en su smartphone cada 30 minutos. Él y otros granjeros, que solían pasar los inviernos descansando y reparando máquinas, añadirán sensores nuevos y leerán detenidamente los datos de la temporada pasada, con la esperanza de obtener una ventaja en la próxima. Antes un granjero con 400 hectáreas podía ganarse bien la vida, recordó Tom. “No estoy seguro de que eso vaya a durar”, agregó. Tom Farms tiene cultivos genéticamente modificados, sistemas de computación en la nube y, quizá pronto, drones, si Tom no se decide por láseres en satélites de órbita baja. Todos estos elementos enviarán sus datos para ser analizados en sistemas de computación en la nube.

“Los granjeros aún piensan que la tecnología significa un aumento físico: más potencia y más fertilizante”, dijo Tom. “No ven que la tecnología se trata de multiplicar la información”. Con la baja en los precios del maíz, “mi crecimiento vendrá de agricultores que no acogen la tecnología”, indicó.

Tom Farms tiene 25 empleados todo el año y, en ciertos momentos, puede tener hasta 600 trabajadores temporales. “Granjas de este tamaño pueden tener ingresos de más de US$50 millones en un buen año”, señaló Tom. Ahora tiene ganancias, pero aún recuerda suplicar por préstamos a una tasa de interés del 21 por ciento durante la crisis agrícola de los 80. Le da el crédito de su supervivencia y crecimiento al uso de la tecnología, y calcula que es así como prosperará ahora que el maíz vale US$4 el bushel (25.2 kilos), más o menos la mitad del nivel que tenía hace dos años.

Al voltear al año pasado, señaló, los mejores usos del análisis de datos han elevado el rendimiento sobre su inversión del 14 al 21.2 por ciento.


Kassandra Rowland, una hija de Tom, administra el personal y las asociaciones con otras granjas y compañías, y también las cuentas de la granja en Twitter, Facebook, Instagram y Pinterest. Su hija de 9 años está en el club de robótica de la primaria local. “Ése es otro cambio importante”, dijo Marie E. Tom, de 84 años, madre de Kip Tom. “Nuestras hijas van a juntas de agricultura, tienen voz y son respetadas. Las cosas no eran así cuando yo llevaba la contabilidad, y la agricultura trataba únicamente sobre lo que hacías en los sembradíos”.

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