viernes, 3 de febrero de 2012

Farolas inteligentes


Las farolas inteligentes pueden reducir hasta un 80% el consumo de energía frente a las convencionales, con el consecuente ahorro económico. Para ello utilizan luminarias más eficientes o sistemas que regulan su intensidad o las apagan si no hay nadie en sus alrededores. Un ejemplo: la localidad navarra de Isaba, de 492 habitantes, sustituía el año pasado todas las farolas de sus calles por otras de tipo inteligente. Su gasto anual en energía para alumbrado público pasará de 24.000 euros a 5.000 euros, según sus responsables.

Además de mejorar la economía de los ayuntamientos, y en definitiva de los ciudadanos, el medio ambiente también se beneficia de las farolas inteligentes. Al consumir menos electricidad, reducen la contaminación motivada por el uso de la energía, basada en buena parte en combustibles fósiles y nucleares, así como la emisión de gases de efecto invernadero, implicados en el cambio climático. Como iluminan solo cuando es necesario y de forma direccional, la contaminación lumínica también disminuye.

Las farolas inteligentes pueden ofrecer otros servicios interesantes en las ciudades. Al estar conectadas en red, se pueden utilizar para detectar plazas de aparcamiento libres, controlar el exceso de velocidad, encontrar un lugar donde ha ocurrido un incidente, hacer un seguimiento de discapacitados, personas mayores, amenazadas, enfermos, etc.

Sus defensores también aseguran que suponen un sistema de seguridad añadido. Las farolas inteligentes incrementan su intensidad cuando detectan algún movimiento, y por ello son una especie de alarma lumínica.

Las farolas inteligentes se basan en varias tecnologías. Sus bombillas son de tipo LED, (siglas en inglés para diodos de emisión de luz) que dirigen el haz luminoso con más precisión y pueden durar unos doce años, frente a los tres años de las convencionales. Las LED ahorran dinero porque son más eficientes que las convencionales, al consumir menos energía.

Las farolas inteligentes llevan diversos sistemas de detección. Gracias a ellos, sus responsables pueden decidir que se enciendan cuando la luz natural es inferior a la mínima indicada, o mantenerlas a una intensidad mínima que aumenta cuando pasa algún peatón o vehículo. La firma Luix, creada en 2009 por las empresas ACR Grupo, Tecnalia y Eguzkitan para ofrecer servicios de iluminación inteligente, tiene un vídeo que indica cómo funciona.

Además de los sensores de presencia, pueden incluir otros para conseguir datos interesantes de la zona: temperatura, humedad, vibración, contaminación acústica o de gases contaminantes y de efecto invernadero como dióxido de carbono (CO2), etc.

Las farolas inteligentes están conectadas entre sí por una red similar a Internet, que puede ser inalámbrica o mediante el cable de tensión. Sus responsables obtienen así la información en tiempo real que recogen sus sensores y reprogramarlas cuando sea necesario. De esta manera, pueden saber si se ha fundido una luminaria o si hay que dar más intensidad en una determinada zona. El sistema se puede coordinar con otros elementos de información urbanos, como cámaras, carteles luminosos, altavoces, etc. 

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