Revista Conciencia Rural - Un estudio realizado por el INTA, sede Paraná,
determinó que esta técnica proteje los recursos naturales, la infiltración de
agua, conserva los nutrientes y previene la erosión. El informe también asegura
que la estrategia disminuye la pérdida de suelos de 5000 a 1100 kilos por
hectárea por año.
Un ensayo del Instituto Nacional de Tecnología
Agropecuaria (INTA) de Paraná, Entre Ríos, determinó que la rotación de
cultivos es una estrategia de manejo que protege los recursos naturales,
favorece la infiltración del agua, previene la erosión y conserva los
nutrientes.
Comparada con el monocultivo de soja, la rotación
de cultivos disminuye la pérdida de suelos de 5000 a 1100 kilos por hectárea
por año, lo cual permite conservar nutrientes y quintuplicar la capacidad
productiva. Los datos se desprenden de una investigación realizada por el grupo
Recursos Naturales del INTA Paraná –Entre Ríos–, que además determinó que esa
práctica reduce a la mitad la pérdida de agua por escurrimiento superficial.
Carolina Sasal, técnica de ese grupo, destacó la
importancia de incorporar como estrategia la rotación de cultivos bajo siembra
directa –maíz, trigo/soja– por considerarla “una práctica adecuada para
proteger al suelo, favorecer la infiltración del agua y prevenir la erosión”.
De acuerdo con la investigadora de Paraná, “los
monocultivos, aun bajo siembra directa, pueden generar una importante pérdida
de suelo por erosión hídrica y disminuir la productividad debido a la pérdida
de nutrientes y carbono”. De hecho, durante la última campaña, el monocultivo
de soja registró pérdidas por escurrimiento de nitrógeno y fósforo de 18 y 6
kilogramos por hectárea, respectivamente, mientras que la rotación de cultivos
redujo las pérdidas en un 30%. “Es importante –agregó Sasal– acompañar a la
siembra directa con otras prácticas de conservación de suelos como la
construcción de terrazas”.
Un trabajo del proyecto Precop II del INTA (2009)
comprobó que, sembrada sobre rastrojo de maíz, la oleaginosa rinde en promedio
600 kilos más por hectárea, comparado con un ciclo soja/soja. Así, podría
aumentarse el área de siembra de maíz a 1,2 millones de hectáreas sin afectar
la cadena sojera.
En un contexto mundial en el que se estima que la
demanda de agroalimentos crecerá un 70 por ciento en los próximos 40 años, la
producción sustentable y la conservación de los recursos naturales ocupan un
rol clave.
“El suelo agrícola configura el soporte más sólido
de la economía de nuestro país y conservarlo se torna imprescindible para
garantizar el bienestar de todos los habitantes de la Nación”, expresó Roberto
Casas, director del Centro de Investigación de Recursos Naturales (CIRN) del
INTA, para quien es fundamental “reflexionar sobre la importancia de proteger
nuestros suelos productivos, verdadera fábrica de alimentos”.
Ambos técnicos aseguraron que “la siembra directa,
desde su implementación en la década del 90, permitió mejorar la calidad de los
suelos –mediante un control efectivo de la erosión–, incrementar la materia
orgánica presente en función de la rotación de cultivos y mejorar el
aprovechamiento del agua”.
Por su parte, el director del CIRN advirtió sobre
el avance del monocultivo en reemplazo de las rotaciones tradicionales: “Esto
tiene un impacto desfavorable sobre las funciones del suelo y la
sustentabilidad del agroecosistema. Sólo se repone aproximadamente la tercera
parte del total de los nutrientes extraídos por los granos”.
Según las estimaciones de la FAO, la tercera parte
de las 2.000 millones de hectáreas de suelos productivos del mundo registran
procesos degradatorios entre moderados y severos. “El problema radica en que
aún no se comprende que la vida sobre la tierra depende, en gran medida, de las
diferentes funciones cumplidas por la delgada capa de suelos: provisión de
alimentos, uso sustentable del agua, conservación de la biodiversidad y control
del clima global”, señaló el especialista.
Suelos argentinos, entre los más productivos del mundo
Casas explicó que “es
posible duplicar los rendimientos en los suelos de la región pampeana –ubicados
entre los más productivos del mundo– mediante la implementación de tecnologías
apropiadas”. Sin embargo, para que esto sea posible se debe adoptar un sistema
de rotación de cultivos con inclusión de gramíneas –trigo, maíz y sorgo– que aseguren
una cobertura de residuos permanente para el suelo y un balance positivo de la
materia orgánica.
La fertilización balanceada también ocupa un rol
importante: “Tiene que apuntar a la reposición de los nutrientes extraídos por
las cosechas, contribuyendo a su vez a elevar el contenido de materia orgánica
del suelo”, agregó el director.
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