En casi todo ámbito se ha
hablado sobre la guerra del petróleo, pero poco se habla de la guerra del agua,
la cual empezó ya hace varias décadas.
Cabe mencionar algunos casos
evidentes como el reciente conflicto en Libia que dio control a la OTAN del
mayor yacimiento de agua del mundo, el Sistema Acuífero de Piedra Arenisca de
Nubia. En las Américas, se podría mencionar la Guerra del Agua en Bolivia del
2000, pero aún más reciente, el caso del control del Acuífero de Guaraní que se
extiende a través del espacio fronterizo de Brasil, Argentina, Paraguay y
Uruguay. Éste en particular ha llevado a una militarización de la región bajo
el auspicio del Comando Sur de los EE.UU., primero en base a rumores de la
presencia de Al Qaeda (bajo el gobierno de George W. Bush) y ahora por la
presunta actividad guerrillera del Ejército del Pueblo Paraguayo, que según el
mismo gobierno de ese país no asciende a 100 personas. Es evidente que hay
serios intereses imperiales en el control del agua a nivel mundial, ¿por qué?
Lo cierto es que las crisis
alrededor del agua se irán agravando debido a su uso desmesurado y el efecto
del cambio climático a nivel mundial. Para todo consumo humano, agrícola e
industrial, contamos solamente con un 2.5% de agua dulce disponible (incluyendo
ríos, lagunas, agua subterránea y de glaciares). El 97.5% restante corresponde
al agua de los mares y la atmósfera. El acceso por país al agua dulce, como lo
muestra la Figura 3.1, varía mucho entre países vecinos, y depende mayormente del
impacto climático y manejo del agua a nivel local.
El "estrés del agua"
se sentirá para el 2030 en África y Asia y a partir del 2050 en el resto de
continentes, según la UNESCO, la cual pronostica un aumento del 19% en el uso
del agua solamente en la producción agrícola. De ahí que la recomendación de su
informe de este año, "El Manejo del Agua en [Tiempos] Inciertos y de
Riesgo", es de proteger el agua para consumo humano y seguridad
alimenticia, principalmente.
Entre algunos de los aspectos
más importantes del informe de la UNESCO para los países andinos, cabe destacar
la vulnerabilidad de los glaciares y particularmente, los recursos de agua
subterránea, las cuales proveen con "casi la mitad del agua para el
consumo de la población". Las aguas subterráneas son no-renovables y cada
vez más vulnerables a la contaminación. El Centro de Modelos Hidrológicos de la
Universidad de California, corrobora esta información al detectar en un estudio
satelital junto con la NASA, que el agua de los acuíferos a nivel mundial está
disminuyendo en cantidades alarmantes. "La gente está usando el agua
subterránea más rápido de lo que puede rellenarse naturalmente," aseguró
Matthew Rodell, uno de los científicos del estudio.
Paralelamente, en un informe
publicado por la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente (AIDA)
en diciembre 2011, se habla que un 14% de la población en América Latina (71
millones de personas) no tienen acceso a recursos de agua seguros. Y se estima
que para el 2025 unos 77 millones de personas más sentirán "estrés del
agua", siendo su escasez uno de los principales problemas sociales del
continente. El informe concluye, "Todos estos impactos resultarán en
serias consecuencias no solamente para los derechos humanos, como el acceso al
agua, sino también para los derechos alimenticios, a salud y vida, que los
gobiernos deberían tomar en cuenta cuando planifiquen hacia el futuro."
Por otro lado, la degradación
de los glaciares debido al calentamiento global, se estima afectará a 30
millones de personas en América Latina, destacando que el 60% del agua para
consumo humano de Quito y 30% en La Paz, provienen de los glaciares. A esto hay
que añadir la declinación en general de los páramos andinos, que son fuentes
importantes de almacenamiento de agua.
En el caso de Ecuador, tenemos
como ejemplo palpable la desaparición del glaciar de Cotacachi, que según una
investigación afectó directamente a unas 25 mil personas y generó conflictos
internos entre las comunidades indígenas, terratenientes y el gobierno. El
Proyecto de Adaptación al Cambio Climático del Ministerio del Ambiente (PACC)
señala que entre 1997 y 2006, los glaciares ecuatorianos se redujeron en un
27,8%, y admite que lamentablemente Ecuador no cuenta con suficientes
investigaciones que indiquen los impactos sociales, económicos y ambientales de
las variaciones climáticas, dificultando así, una contundente planificación de
prevención.
¿Seguridad Nacional?
En cuanto a seguridad nacional
se refiere, varios países ya han empezado a tomar precauciones en lo que ven
como una inevitable crisis del agua a nivel global. Entre estos cabe recalcar
Estados Unidos, Canadá y China, con una estrategia enfocada mayormente en la
administración privada (mediante grandes corporaciones) del agua, con una
creciente y peligrosa mercantilización de este recurso vital.
Canadá, por ejemplo, cuenta
con una privilegiada situación en cuanto a acceso a recursos del agua (estimada
en 20% del agua fresca a nivel mundial), lo que ha generado un intenso debate a
nivel nacional sobre su explotación y exportación a países tan lejanos como los
del Medio Oriente y Asia. Bajo NAFTA, el agua fue calificada como un modo de
inversión, y más de una vez, la sociedad civil ha debido movilizarse para
frenar la exportación de grandes cantidades de agua del Canadá.
En el caso de los Estados
Unidos (el país de mayor consumo de agua dulce del mundo), el Departamento de
Estado hizo público un informe "Global Water Security" (Seguridad
Mundial del Agua) donde admite que en los próximos 10 años la crisis del agua
creará inestabilidad mundial, particularmente en "estados fracasados en
regiones claves" para la seguridad nacional de los EE.UU.[9] El informe
prevé que el agua a futuro será utilizada no sólo como una palanca política
entre países, sino como un "arma de guerra" donde un país podría
suprimir el abastecimiento de ríos y recursos naturales del agua hacia un país
vecino.
El agua como "arma de
guerra" en realidad se evidencia en el actual control del agua de Israel
hacia territorios palestinos, pero para no irse tan lejos, puede verse en
legislaciones de 1922 y 1944 de los Estados Unidos, para tomar control de los
ríos Colorado y Bravo, generando serísimas consecuencias hasta el día de hoy.
Debido a su sobreuso por el agro-negocio del norte, ambos ríos raras veces
llegan a su desembocadura (siendo dos de ocho mega ríos a nivel mundial, que se
están secando), y esto ha provocado extremas sequías y pobreza en los estados
norteños de México.
En el informe del Departamento
de Estado, la "solución" para la crisis se enfoca en la
mercantilización efectiva del agua (el "agua virtual", como dicen, o
aquella agua que se puede capitalizar como producto de exportación), así como
impulsar la agroindustria y el control de territorios con recursos acuíferos. A
nivel local, se recomienda el desarrollo de políticas y tecnologías para una
mejor administración del agua para la agricultura, pero no hace mención de
programas de prevención para la preservación de este recurso no-renovable.
En la China, la severa crisis
del agua ha llevado a su gobierno a optar por la solución más ambiciosa: la
adquisición de tierras en el exterior para la explotación del agua. En este
país el sobreuso de agua industrial y agrícola, ha contaminado siete de los
ríos más grandes de la China, así como 25 de los 27 lagos principales. Trece
por ciento (o 15.3 millones de hectáreas) de las tierras para labranza sufren
de sequía. Cuatrocientas de las 600 ciudades en la China, sufren de cortes de
agua.
Ya que los sistemas de
conservación del agua obviamente han fallado en la China, el gobierno está
optando por medidas extremas, entre ellas, el Proyecto de Transferencia de Agua
Sur-Norte, para trasladar 3.9 trillones de galones de agua a través de un
masivo sistema de túneles y canales, del Río Yangtzé a las regiones sedientas
del norte. La segunda opción ha sido una compra agresiva de tierras en el
continente africano, principalmente, que contengan recursos de agua. Un informe
del Stockholm International Water Institute, afirma que aunque no figura
explícitamente en los contratos, se presume que el control del agua está
incluido en estas adquisiciones. Otros países, India, de Medio Oriente, y
compañías privadas, también están haciendo este tipo de
"inversiones".
La recomendación del Instituto
es incluir en todo contrato (incluyendo concesiones petroleras o mineras,
importante consideración para el Ecuador) estipulaciones específicas sobre el
control público del agua y acceso al agua por la población local.
También se debe tomar con
cautela organizaciones como el Consejo Mundial del Agua (impulsor del Foro
Mundial del Agua) que promueven ante la crisis del agua, soluciones económicas
enraizadas en políticas neoliberales. El CMA mantiene que el agua es un bien de
mercado y busca monopolizar las políticas internacionales en la administración
de recursos hídricos. Esto se puede observar fácilmente en una de sus últimas
publicaciones, "Agua para el Crecimiento y Desarrollo de África"
donde el presidente del consejo, Loïc Fauchon, asegura que para tener seguridad
energética y del agua se debe garantizar "seguridad económica de la
producción industrial y agrícola". El documento, en sí, provee con un mapa
estratégico para inversionistas extranjeros.
Preservación en vez de
restauración
Si en la próxima década no se
toman medidas, el calentamiento global podría ser irreversible, y una de las
principales consecuencias será la escasez del agua. A esto hay que añadir el
uso desmesurado del agua y su creciente contaminación por la industria, el agro
negocio y los centros urbanos. Aquellos países de mayor población y con mayor
poder militar, ya están tomando medidas para controlar los recursos del agua a
nivel mundial, y deberían considerarse como una amenaza real o por lo menos,
una seria advertencia. La vulnerabilidad del agua en nuestros países, debe
pasar a ser parte de nuestra seguridad nacional.
En el Ecuador, la actual
práctica del uso renovable del agua es mínima, y hacen falta estudios
específicos a nivel nacional sobre los recursos de agua existentes y sus
vulnerabilidades. La evaluación más extensa se hizo en 1998, ejecutada por el
Cuerpo de Ingenieros del Ejército Comando del Sur de los EE.UU. En mayo de
2011, la Secretaría Nacional del Agua (SENAGUA) empezó un inventario a nivel
nacional de recursos hídricos (para ser entregado a la Asamblea en octubre de
2012), pero existe mucha desconfianza de sistemas y organizaciones comunitarias
que dicen no han sido consultados y temen que dicho inventario facilite un
mayor número de concesiones en manos privadas.
En todo caso, estas
aproximaciones del Estado están enfocadas en la administración de los recursos
hídricos y no en su conservación. Como lo verifica Juan Fernando Terán,
catedrático de la Universidad Andina, en un estudio sobre la ecología del agua
en Ecuador, "Hasta el momento, en Ecuador, los mecanismos de mercado
actúan en un sentido contrario a la sostenibilidad de las funciones hídricas de
los ecosistemas naturales..."
En cuanto al cambio climático,
según el PACC existen diferentes tipos de adaptación: preventiva (antes de que
el daño se produzca) y reactiva (después de que el daño se ha producido),
privada y pública, autónoma y planificada. Las estrategias de adaptación a
nivel local (conservación de cuencas de agua, caudal ecológico de ríos claves,
grado de riesgo de contaminación, estrés del uso de caudales para riego
agrícola, comunitario e industrial, calidad del agua, captación de lluvia, preservación
de ecosistemas como los manglares y páramos, etc.), deben ser consideradas en
base a investigaciones exhaustivas sobre nuestra vulnerabilidad como nación y
como región. En las especificaciones de la firma de cualquier convenio, por
ejemplo, ya sea con un país fronterizo o con una compañía transnacional, se
debe incluir la administración de las cuencas de agua.
Finalmente, ya que no somos un
país militarizado como Estados Unidos, ni podemos financiar megaproyectos de
recaudación de agua como los de China, nuestro enfoque debería ser preventivo
en vez de pensar que el agua es un recurso ilimitado o de fácil remediación.
Como país sería una falacia concentrar todos nuestros esfuerzos en el
desarrollismo extractivista, en vez de generar estudios y políticas para
salvaguardar necesidades básicas como el agua.