Una
caída o salto de agua es un lugar donde el agua fluye rápidamente
perdiendo elevación mientras discurre por una región con fuerte desnivel o por
un acantilado. Las caídas de agua se consideran uno de los fenómenos más bellos
de la naturaleza. Algunas caídas de agua se utilizan para generar energía
hidroeléctrica.
En
español se emplean varios términos para designar este accidente, como caída,
salto, cascada, catarata, torrente, rápido o chorro, sin que estén claramente
definidos ni científicamente determinados. Se emplea el término cascada
para designar la caída desde cierta altura de un río u otra corriente por un
brusco desnivel del cauce y se habla de catarata cuando se trata de una
cascada muy grande o caudalosa. En cualquier caso no siempre es fácil la
correspondencia entre el nombre del accidente geográfico y el descriptor y
muchas cascadas son en realidad cataratas, agravado por que es difícil saber cuándo
se emplea el descriptor en singular y cuando en plural (como por ejemplo, «catarata
de Paulo Afonso» vs. «Cataratas del Niágara») y cuando se hace uso del
determinativo «de» o «del» («salto Ángel» vs «salto de Tungela»). También se
emplean voces de otros idiomas, como cachoeira, chute o waterfalls.
Las
caídas de agua son sistemas dinámicos que varían con las estaciones y con los
años, aunque esto último sólo se hace perceptible a escala geológica. Presentan
distintas formas (por ejemplo, si su caída es vertical o si sigue una
pronunciada pendiente, etc.), determinadas por el volumen de agua, la altura de
la caída, la anchura del lecho y la conformación de las paredes entre las
cuales corre el líquido, dependiendo del tipo de roca y de las distintas capas
en las que se disponen.
Entre
las caídas de agua más famosas del mundo se encuentran las cataratas del Iguazú
—compuestas por 275 cascadas de diferentes alturas localizadas entre Argentina
y Brasil—, las cataratas del Niágara —situadas en la frontera entre Estados
Unidos y Canadá y con un caudal que llega a los 11.000 m³/s—, las cataratas de
Yosemite —en California, de 739 m de caída, muy conocidas por su belleza— y el salto
Ángel —en Venezuela, que con una altura de 979 m (807 m de caída
ininterrumpida), es el salto de agua más alto del mundo.
Por
extensión también se habla de cascada de hielo cuando el agua congelada
forma caídas pronunciadas. Esto suele ocurrir cuando el caudal de agua es muy
pequeño y se va helando de forma sucesiva, provocando el aumento de la
estructura de hielo.
Las
caídas de agua pueden tener diversos orígenes y se forman con mayor frecuencia
cuando un río es joven, momento en que el cauce es a menudo estrecho y
profundo. En la mayor parte de los casos, se deben a la desigual resistencia
que oponen las rocas a las corrientes de agua. Cuando un río desgasta
profundamente su lecho y encuentra resistencia en una masa rocosa, el
ahondamiento se produce más lentamente. De este modo, el nivel del obstáculo
constituirá, temporalmente, el nivel de base, ya que el obstáculo por sí mismo
establecerá el perfil longitudinal del río aguas arriba. Pero río abajo, más
allá de esta masa rocosa que resiste, el ahondamiento prosigue más rápido, y
formará su fuerte declive, o una bajada vertical, que interrumpirá el curso del
río y será la causa determinante de la caída. A medida que el curso de agua
aumenta su velocidad en el borde de la caída, logra arrancar material del lecho
del río. Los remolinos creados en la turbulencia, así como la arena y piedras
transportadas por la corriente de agua, aumentan la capacidad de erosión.
Las
aguas que se precipitan desde lo alto de una cascada no adquieren gran
velocidad durante su caída debido a la resistencia del aire y a que se dividen
en numerosos chorros o saltos. Su base queda sujeta a la erosión cuando está
constituida por rocas blandas bajo una capa de rocas más resistentes. Siendo
los estratos blandos disgregables, se producen desmoronamientos de los estratos
superiores al quedar privados de soporte. Es así como las cascadas retroceden y
se desplazan en dirección a la fuente del río —como fue el caso de las cataratas
del Niágara entre 1842 y 1927—. En la mayoría de los casos, el retroceso
depende de la erosión directa en el punto de caída, independientemente de los
lechos rocosos, pues es precisamente en ese lugar donde las aguas adquieren su
mayor velocidad. En ese momento de retroceso, la cascada pierde progresivamente
su altura, y el salto violento del perfil longitudinal es reemplazado por una
bajada rápida, pero menos brusca. Este proceso es más evidente en las cascadas
verticales, donde la fuerza de la caída del agua socava la parte inferior de la
pared de roca —incluso creando grandes cuevas—, mientras las partes superiores
se derrumban. Los bloques de roca caídos son entonces divididos en pequeños
cantos rodados por desgaste al chocar unos con otros, y también erosionar la
base de la cascada por abrasión, creando una piscina de agua profunda o
garganta. La tasa de retiro de un salto de agua puede llegar a un metro y medio
por año.
También
en rocas calizas o similares, fáciles de disolver por el agua, se suelen
provocar cuevas subterráneas por debajo de los cauces principales,
convirtiéndose en ríos y cascadas subterráneos. En algunos de estos casos, el
hundimiento posterior de la cueva vuelve a hacer visible el cauce y sus
cascadas, después de haber retrocedido muchos metros. Por otro lado, en ciertos
casos, y debido a la erosión que sufren durante su caída, las aguas contienen
abundantes cantidades de carbonato de calcio disuelto. Se observa, entonces, la
formación de depósitos de travertinos (roca formada por endurecimiento). Estos
depósitos recubren rápidamente las paredes y el punto de caída, compensando, a
veces, la acción erosiva. Inclusive, puede llegar a aumentar la altura de ésta.
Algunos
ríos fluyen a veces sobre un gran paso en las rocas que puede haberse formado
por una falla geológica, desplomándose al fondo de la misma. También las
cascadas se pueden producir a lo largo del borde o a través de los glaciares,
un proceso en el que un arroyo o río que desemboca en un glaciar continúa
fluyendo en el valle después de que el glaciar se haya retirado o se derrita.
Los grandes saltos en el valle de Yosemite son ejemplos de este fenómeno, que
se conocen como valle colgante. Otra razón que puede dar lugar a la formación
de valles colgantes es cuando dos ríos se unen y uno de ellos fluye más rápido
que el otro.